miércoles, 5 de mayo de 2010

Una de las características que inundaron mis relaciones anteriores fue mi poco (y muy mal) disimulada total falta de tacto.Para decirlo en palabras simples, era una mujer sin filtro. No sensuraba mis ideas ni mis comentarios para nada, no tenía en cuenta sus posibles consecuencias ni mucho menos, el efecto que podían generar en la otra persona.Iba por la vida diciendo lo que tenía que decir de la forma que se me ocurriera. Pensaba que así eran las cosas. Creo que en cierto punto incluso estaba convencida de que las otras personas tenían que hacerme caso, sólo por el hecho de que yo tenía todo tan claro dentro de mi mente que para mi era impensado que el otro no pudiera entenderlo o compartirlo. No tenía noción del otro.En casos extremos daba fuertes demostraciones e imposiciones de mi carácter buscando impresionar (y avasallar) al otro. No me olvido más el día que le dije al hombre que amé demasiado "no quieras ser más vivo de lo que sos, pero principalmente no quieras ser más vivo que yo ¿ok?". ¿Y quién era yo, alguien me quiere decir?Creo que por esos días de altos y bajos emocionales y ciclotimia constante, había una idea equivocada adentro mío de que el que pega primero pega dos veces. De que tenía que "anticiparme" al otro, de que tenía que imponerme. Creo que fue principalmente por eso que buscaba enmudecer al otro con frases soberbias, muchas veces agresivas, y en la mayoría de los casos sobre actuadas. Había creado un personaje de mi misma que si no la ganaba al menos la empataba, de alguien que siempre estaba con la guardia en alto.Una de las grandes consecuencias de mi falta de tacto era la poca paciencia y la nula capacidad para plantear los motivos de discordia en la pareja. Siempre elegía la peor manera y el peor momento para decir las cosas. Tampoco sabía esperar (nunca supe) y mucho menos daba tiempo para que baje la espuma y hablar con la cabeza fría y las ideas claras. Las palabras salían de golpe de mi boca, atropelladas, desordenadas, altaneras, sin filtro ni revisión previa, siempre en el momento y de la forma que no correspondía hacerlo.Con el tiempo fui entendiendo que ir siempre directo al choque, o ir directo a imponerse ante el otro, no era una virtud ni mucho menos una cualidad positiva. La única forma que tenía de plantarme ante el otro era en términos de amigo-enemigo, de víctima-victimario, y claro está, los resultados raramente eran buenos. Hablar en caliente no sólo nos hace decir muchas cosas que no queremos o que no tenemos que decir, sino que lo peor, nos hace hablar solamente por nosotros mismos.Quien habla a partir del primer impulso, quien se deja llevar por la emoción violenta del momento y va directo a la agresión verbal (y no hace falta gritar o insultar para ser muy agresivo con lo que se dice...) no ha tenido tiempo de evaluar la posición del otro: simplemente tiene conciencia y noción de lo que está sintiendo el mismo en ese momento, solamente se puede pensar en la bronca ó el enojo que hay necesidad de purgar y direccionar hacia el otro. No hay tiempo de analizar las cosas, no hay tiempo de pensar en que podemos lastimar a quien tenemos en frente, no hay tiempo para medir el alcance y las consecuencuas de lo que se va a decir. Simplemente hacemos una proyección egoista de lo que sentimos en ese momento.Yo no digo que si algo molesta, si algo no va en la pareja, no hay que plantearlo. No digo que si nos enojamos no lo demostremos. Yo digo que siempre fui una mina que siempre lo hice de la peor manera, y que sólo con el tiempo pude entender el valor de una cabeza fría, de unas palabras bien pensadas y de unas ideas correctamente ordenadas. Sólo con el tiempo aprendí el valor del tiempo como aliado.Ahora, con un poco más de experiencia encima y con las revoluciones muchísimo más bajas, puedo decir los que me han conocido recientemente han conocido a una persona completamente diferente. Intento no ir al choque, cuido más mis palabras, busco los momentos adecuados para decir las cosas y trato de no ser avasallante cuando expongo mis puntos de vista sobre las cosas. Una de las cosas más importantes que también estoy aprendiendo es que no tengo que decirle todo, que no tengo que resolverle todas las ecuaciones: también logré entender que hay cosas que tiene que verlas por ustedes mismo, que es importante que lo deje arribar a sus propias conclusiones.Me volví una mina pacífica, una persona más conciliadora, más tranquila y por sobre todo menos soberbia. Lo cuál es bueno, por supuesto.El problema es que creo que me estoy pasando para el otro lado.Ahora tengo tanto miedo de ir al choque que me asusta plantear las cosas que no me gustan o con las que no estoy de acuerdo. Me reservo demasiados puntos de vista, me ahorro demasiadas palabras. Tan sólo estoy mostrando la punta del iceberg de un carácter muy pesado, muy fuerte, que no le estoy dejando ver, que siento que le estoy escondiendo. Como si no quisiera que viera esos defectos en mi.

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